jueves, 5 de octubre de 2017

Pereira 22 de 2017

LA TAREA DEL FILÓSOFO

Decía a sus discípulos Aristóteles: “Las raíces del conocimiento son agrias pero sus frutos son dulces” a lo cual  yo agregaría: entre sus frutos el más dulce es la libertad de la conciencia.

Entiendo la filosofía como la conciencia de la humanidad. Tal como la voz interna de nuestro ser nos corrige una vez que pretendemos desviarnos del bien, la verdad y la belleza; así la filosofía corrige a la sociedad cuando esta se desvía de los nobles ideales de los seres humanos. 

Entiendo el quehacer filosófico como una vacuna contra la ignorancia y una vacuna contra el desprecio a la ética.

Entiendo el filósofo al modo de Husserl como un funcionario de la humanidad, que tiene la noble misión de servir a otros.

Nuestras sociedades no están sanas, es tarea del filósofo levantar la voz y realizar una protesta racional, sensible y vehemente.

Para las organizaciones políticas los ciudadanos  cuentan por su voto. Para la economía los sujetos de consumo cuentan por la capacidad de compra. Para la industria cultural el individuo cuenta por la cantidad de ilusiones de la que es espectador. Para las organizaciones ideológicas el militante cuenta como un cordero. Para las organizaciones ambientalista el activista cuenta como un engranaje más en el mecanismo de la vida.

En resumen, el hombre de hoy en el mejor de los casos cuenta como un votante, un consumidor, un espectador, un funcionario, un cordero o un elemento más de la serie.

¿En este escenario de sombras e ilusiones cuál debería ser la tarea del filósofo?

El filósofo debe restaurar el valor de la persona. Ser persona implica ser valorado por las dimensiones humanas: singularidad, auto-determinación, apertura, trascendencia, por mencionar las más cruciales...

¿Cómo hacerlo? Ejercitando las virtudes ¿Cuáles?

La prudencia. El filósofo está llamado a buscar implacablemente la verdad, sabiendo como Santo Tomás que somos cazadores de la certeza pero jamás sus poseedores. Debe propender por una ciencia y un saber al servicio y al alcance de todos.

La fortaleza: Para esparcir la luz de la honestidad intelectual y la fuerza para despertar conciencias.

La templanza: Para blindarse frente a las fuerzas que corrompen el ser: el poder, el dinero y el ego.

La justicia: Para sensibilizar colectivos en torno a la equidad.

Filantropía: Para disponer a las personas de los conocimientos y las experiencias que necesiten para el despliegue de sus potencialidades.

¿En qué escenarios? En todos los posibles: La familia, la academia, los medios masivos; por resaltar algunos preponderantes.

Esta ruta exige del filósofo una gran fuerza de voluntad y un enfoque cognitivo preciso. ¿Cuál es la fuente que permitirá al filósofo reponerse cuanto la voluntad flaquea y el enfoque sea turbio?

La fuente de la voluntad es el amor…. Solo quien ama logra mantenerse firme en estos ideales. Y el enfoque se obtiene de la sensibilidad hacia el dolor ajeno. Solo quien es empático con la vulnerabilidad del humano mantiene su acción constante.


Mientras la riqueza de la humanidad, se refleje en el ojo de un hombre enfermo, triste y con hambre; valdrá la pena seguir filosofando y pensando en ordenar las cosas humanas de otro modo. Por muy difícil que parezca, siempre vale la pena filosofar.

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