Pereira 22 de 2017
LA
TAREA DEL FILÓSOFO
Decía a sus discípulos
Aristóteles: “Las raíces del conocimiento son agrias pero sus frutos son dulces”
a lo cual yo agregaría: entre sus frutos
el más dulce es la libertad de la conciencia.
Entiendo la filosofía
como la conciencia de la humanidad. Tal como la voz interna de nuestro ser nos
corrige una vez que pretendemos desviarnos del bien, la verdad y la belleza; así
la filosofía corrige a la sociedad cuando esta se desvía de los nobles ideales
de los seres humanos.
Entiendo el quehacer
filosófico como una vacuna contra la ignorancia y una vacuna contra el
desprecio a la ética.
Entiendo el filósofo al
modo de Husserl como un funcionario de la humanidad, que tiene la noble misión
de servir a otros.
Nuestras sociedades no
están sanas, es tarea del filósofo levantar la voz y realizar una protesta
racional, sensible y vehemente.
Para las organizaciones
políticas los ciudadanos cuentan por su
voto. Para la economía los sujetos de consumo cuentan por la capacidad de
compra. Para la industria cultural el individuo cuenta por la cantidad de
ilusiones de la que es espectador. Para las organizaciones ideológicas el militante
cuenta como un cordero. Para las organizaciones ambientalista el activista cuenta
como un engranaje más en el mecanismo de la vida.
En resumen, el hombre
de hoy en el mejor de los casos cuenta como un votante, un consumidor, un espectador,
un funcionario, un cordero o un elemento más de la serie.
¿En este escenario de sombras
e ilusiones cuál debería ser la tarea del filósofo?
El filósofo debe
restaurar el valor de la persona. Ser persona implica ser valorado por las
dimensiones humanas: singularidad, auto-determinación, apertura, trascendencia,
por mencionar las más cruciales...
¿Cómo hacerlo?
Ejercitando las virtudes ¿Cuáles?
La prudencia. El
filósofo está llamado a buscar implacablemente la verdad, sabiendo como Santo
Tomás que somos cazadores de la certeza pero jamás sus poseedores. Debe
propender por una ciencia y un saber al servicio y al alcance de todos.
La fortaleza: Para
esparcir la luz de la honestidad intelectual y la fuerza para despertar
conciencias.
La templanza: Para
blindarse frente a las fuerzas que corrompen el ser: el poder, el dinero y el
ego.
La justicia: Para sensibilizar
colectivos en torno a la equidad.
Filantropía: Para
disponer a las personas de los conocimientos y las experiencias que necesiten
para el despliegue de sus potencialidades.
¿En qué escenarios? En
todos los posibles: La familia, la academia, los medios masivos; por resaltar
algunos preponderantes.
Esta ruta exige del
filósofo una gran fuerza de voluntad y un enfoque cognitivo preciso. ¿Cuál es la
fuente que permitirá al filósofo reponerse cuanto la voluntad flaquea y el
enfoque sea turbio?
La fuente de la
voluntad es el amor…. Solo quien ama logra mantenerse firme en estos ideales. Y
el enfoque se obtiene de la sensibilidad hacia el dolor ajeno. Solo quien es
empático con la vulnerabilidad del humano mantiene su acción constante.
Mientras la riqueza de
la humanidad, se refleje en el ojo de un hombre enfermo, triste y con hambre; valdrá
la pena seguir filosofando y pensando en ordenar las cosas humanas de otro
modo. Por muy difícil que parezca, siempre vale la pena filosofar.
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